lunes, 26 de noviembre de 2012

el tiempo está cerca, de un nuevo comienzo,

y allá lejos lo que nunca será, y acá cerca la incertidumbre permanecida,

siempre los mismos recuerdos de la infancia, de querer proteger a los pequeños indefensos,

indefensos en esta lucha de poder de la vida adulta, que necesita chupar sangre para sobrevivir en la guerra imaginaria del día a día,

cada hombre por si mismo, en la ansiedad del temor a la pobreza definitiva,

y los evangelistas, tiernos poetas de la bondad,

y los ascetas en sus cabañas retiradas, ambiguamente retiradas,

mi amor se ha convertido en evangelista, y yo en ermitaño,

menos mal apagamos el amor con silencio, y sólo prevalece el deseo,

deseo que es mejor olvidar, en pos de una vida ordenada, en pos de su felicidad de mujer intrínsecamente chilena,

de la chilena que soñó ser y su grito fue ahogado,

y yo un viajero, del antiguo mundo sólo por casualidad en estas tierras, maravillado con la belleza de lo lejano, no importa, mi amor, no importa si todo ha sido un error y nada tuvo sentido.

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