miércoles, 22 de abril de 2009

el Títere, el Titiritero y yo

Me he vestido con mi mejor terno negro y me he puesto una flor roja en la solapa. A paso firme y valiente comencé a caminar por la Alameda hacia el encuentro, por supuesto con un peinado pulcro y corto hacia al lado.

Prontamente y sin darme cuenta llegue a un lugar que no era el esperado, y sin mas accedí a desnudarme, al menos de pantalones, y me empezaron a mojar con una manguera con agua muy fría y a máxima presión hasta que caí al suelo y mis lentes se hicieron mil pedazos, mi terno arruinado y la flor hecha pedazos en una esquina. El ramo de flores también destrozado, y el poema barroco en expresionista terminó.

Al caer me di unos buenos golpes, y solamente me pude levantar cuando el titiritero me levantó del suelo, que a su vez también había perdido de sus manos los hilos que dominaban mis movimientos.


Volví a tomar los hilos del títere dejé los pantalones en el piso por un rato, luego decidí volver a ponérmelos y sacármelos a discreción cuando quisiera, volví a colocar la flor en mi solapa, y por momentos no podía ver nada sin mis lentes hasta que recuperé la visión y vi claramente: solo el titiritero jamás podrá vencer al Monstruo.

Ni el títere se acerca a la verdad por su instinto, ni el titiritero tiene la fuerza por sí solo para sostener los hilos ante la fuerza que le ha regalado imprudentemente a la meduza infernal.

El títere siente un dolor que creía superado, el titiritero es indiferente. Alguien viene en camino a ayudarlos a ambos, es una matriz húmeda, tibia y generosa que los abraza en pos de la culminación, una amiga que estará ahí por siempre.

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